Abre la lata de cerveza de marca blanca. Su espuma moja sus dedos, pero le es igual. La deja sobre la mesa llena de ceniceros sin vaciar y vasos de licor a medias. Busca el mando del televisor entre envoltorios vacíos de comida rápida y apoya sus pies sobre el respaldo del sofá. Pasa sus horas libres cambiando de canal en canal, con la misma programación de siempre. Se queja de que no hay nada para ver y vuelve a por otra cerveza a la nevera. Se la termina y se vuelve a quejar.
Al día siguiente se repite el mismo rito. Se sigue quejando. Ningún esfuerzo para cambiar, ningún esfuerzo por evitarlo. La espuma de la cerveza vuelve a manchar sus dedos y abre el paquete de cigarrillos para dar su centésima calada del día.
¡Hola! 🙂 Me gusta mucho tu blog. Esta entrada, además, me parece especialmente crítica y significativa.Te hemos mencionado en nuestro blog: https://lacrisalidaweb.wordpress.com/2016/03/02/liebster-award/ ¡Un saludo!
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Gracias. Me paso a echar un vistazo.
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Un rito lamentable, ¿cuántos de nosotros no tenemos nuestro propio rito que nos consume? Mis felicitaciones.
Te animo a que participes en el I Concurso de Microrrelato «Micrología Literrante» que estamos organizando en El Blog Onanista! https://elblogonanista.wordpress.com/2016/01/30/i-concurso-de-microrrelato-e-ilustracion-micrologia-literrante/
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Tristemente, es el arte de quejarse desde el sofá sin levantarse. Gracias por la invitación, me paso a echarle un vistazo cuando encuentre un rato a la hora del café. 🙂
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