Impasible de día,
impasible de noche,
naturaleza de movimientos lentos,
un sol que nunca descansa,
una noche que siempre hiela.
Eterno silencio del desierto,
roto ante el rugido de la mano humana
y sus automóviles cruzando la carretera,
escapando del hostil entorno,
hacia lugares más verdes.
Arena hasta donde alcanza la vista,
un calor que llama a la locura,
baño de colores del atardecer,
junto a la tímida y escasa flora.
Precipicios moribundos,
que se alzan desafiando al firmamento,
y vuelve, vuelve, siempre vuelve,
mi querido silencio.
Yo vivo aquí,
entre la arena y la sequía,
entre el calor y el frío,
con las estrellas como guía,
sin ninguna compañía.
Soy uno con el desierto.