Ella llegaba con el amanecer,
junto a los cálidos colores
que del sol emanaban,
junto a la fría brisa
que el otoño despertaba.
La mujer contemplaba su reflejo
en el agua cristalina,
durante días y minutos,
su rostro impasible,
las manos en su regazo.
El invierno llegó,
la primavera despertó,
el verano no avisó,
el otoño regresó.
La mujer seguía en el lago
contemplando su reflejo,
un anhelo del futuro,
un deseo de lo que no alcanzaba.
Pero la vida pasaba,
las estaciones corrían,
el sol se ponía una y otra vez,
el mundo giraba
y ese futuro
nunca llegó.