–Dos monedas de plata y una de oro, por favor.
Sin duda, era menos de lo que esperaba por estos ingredientes. Aunque era exactamente el trato que esperaba de los comerciantes de la ciudad.
–Aquí tienes. La próxima vez espero un mejor precio.
–La próxima vez, forastero, espero más respeto –me contestó el.
Las campanas de la fortaleza comenzaron a sonar. El sonido grave y metálico retumbó por todas y cada una de las calles. Los habitantes de la ciudad se empujaban unos a otros y los puestos de las tiendas se volcaban, desparramando todos los productos por el suelo. Las criaturas invadieron la ciudad y no dejaron supervivientes.
Mentiría si dijese que no sabía que esto fuera a ocurrir, pero yo había terminado mi transacción y eso es todo lo que había venido a hacer. Al salir de la ciudad, cogí una manzana del suelo y pegué un mordisco mientras el humo de los incendios tapaba mis fosas nasales.