Destellos fugaces
pasan a toda velocidad
atravesando la noche,
escapando del sol,
deteniendo el tiempo.
Luces artificiales
en una autopista que no acaba,
carreteras asfaltadas
atravesando sin pausa
una ciudad que no duerme.
Como una criatura invisible,
como una promesa irrompible,
la noche se apodera de la ciudad
y yo cabalgo sobre ella.
El silencio es una mentira
y la calma es engañosa.
Acelero sin rumbo,
mi coche ruge
y me dejo llevar.
La autopista
es la arteria de la noche.
El atardecer nunca existió
y el amanecer jamás llegará.
Mis instintos despiertan.
Nunca pude verte
bajo la luz del sol,
pero ahora te veo
porque tú y yo
somos la ciudad,
somos la noche.