Mi memoria falla. Después de tantos años de vida, ni siquiera recuerdo tu nombre. Sé que estás ahí, sé que eres parte de mi viaje. Aún puedo ver tu silueta caminando por las frías playas de Noruega. Aún tengo la visión de una cabaña y el sonido de las olas. Una fragancia, una sonrisa, una voz que se pierde en un eco inseguro. ¿Quién eres?
Me despierto solo en una habitación y escucho las olas del mar, la única compañía sin la cual me volvería completamente loco. No puedo recordar lo más simple de mi ser. Lo intento cada día pero los detalles de mi vida se evaporan lentamente. Sin embargo, permanece la fragancia, permanece la sonrisa, la silueta, la voz. No es ninguna bendición. Quiero saber quién eres, quiero conocer el poder que tiene tu existencia sobre mi mente moribunda, la razón por la que aparezcas ahora y no antes, saber si alguna vez estuviste en esta cabaña. ¿Caminaste a mi lado? ¿Me viste envejecer? ¿Reíste conmigo sin motivo alguno?
Salgo de mi cabaña cubierto de toda la ropa que he podido encontrar y camino por la playa, en un afán de encontrar respuestas. Observo la aurora boreal, contemplo ensimismado el cadencioso movimiento del intenso color verde y dejo que mi mente divague. Pienso en la silueta, pienso en la voz, intento hacer memoria de un pasado que quizás ya haya desaparecido por completo, o que quizás nunca ocurrió. Es posible que la demencia haya acabado con mi razón, pero sigo intentándolo. Las luces del cielo siguen moviéndose ajenas a mi misión. Cierro los ojos como he hecho ya tantas veces, pero esta vez algo me golpea. Algo renace en lo más profundo de mi ser, la memoria se reconstruye, las sensaciones vuelven a surgir y mi luz interior se multiplica como la espuma. Te conozco, te he conocido… Y te seguiré conociendo.
La silueta soy yo. Mi fragancia, mi sonrisa, mi voz. Soy yo, ¡yo! ¡Siempre he sido yo! ¿Cómo he podido olvidarme de esta manera? ¿Cómo es posible que mi propio ser olvide quién es? ¿Tan enfermo y viejo estoy? Incluso vuelvo a recordar mi nombre. Con una sonrisa, vuelvo a mirar las olas del mar, donde el agua refleja las luces norteñas y pienso que el amor de tu vida nunca se olvida. Lo que no te cuentan es que ese amor de cuentos y hadas eres tú mismo. Por favor, no me abandones otra vez.
***
A la mañana siguiente, me despierto y tengo la sensación de que algo ocurrió la noche anterior. Sigo recordando una silueta, pero nada más. Seguro que no era nada importante, así que salgo de la cabaña y sigo esperando a que algún día finalmente lo descubra. Mientras tanto, espero a que llegue la noche y así poder contemplar la aurora boreal una vez más. Quizás algún día recuerde tu nombre. Quizás algún día escuche tu voz de nuevo.