No recuerdo el momento en que lo aceptamos todo como algo normal. No lo recuerdo. ¿Ha habido un momento así? ¿Es posible identificar el salto que dimos en algún punto concreto? ¿O es que parte de nuestra naturaleza más primitiva? Sabes de lo que hablo, pero quizás tengamos miedo a salir del dogma, a admitir que hay algo que hacemos mal, a tener la valentía y a esforzarnos lo suficiente para cambiar las cosas e incluso simplemente para reconocer que hay algo que no está bien. Claro que no es nada fácil dado que conlleva quemar casi todos los puentes que hemos tendido.
¿Cuándo lo aceptamos todo? Dime. ¿Cuándo comenzamos a vender nuestra personalidad al mejor postor para no estar solos? ¿Cuándo comenzamos a ir a cenas y fiestas estúpidas simulando ser quien no somos para sentirnos aceptados? ¿Cuándo comenzamos a meter a desconocidos y desconocidas en nuestra cama con la creencia de que alguien nos entendería de esa manera? ¿Cuándo comenzamos a sonreír en momentos en los que no nos apetecía? ¿Cuándo nos dijimos a nosotros mismos que pasar medio día pegado a una pantalla era algo que queríamos hacer en la vida? ¿Cuándo demonios aceptamos que era importante lo que la persona al otro lado de la mesa pensara de nosotros?
Estamos perdiendo generaciones enteras de gente auténtica por la promesa y la mentira de la felicidad cuando remas en la misma dirección. Estamos perdiendo el verdadero amor o la verdadera amistad por no poder ver más allá de los gilipollas con los que nos rodeamos a diario. Estamos perdiendo la pasión más revolucionaria por ser políticamente correctos y no ofender a nadie. Estamos dejando escapar los mejores momentos de creatividad y sobriedad por no ser capaces de aguantarnos a nosotros mismos y necesitar sacar el móvil cada cinco minutos para apagar esa voz crítica. Esa voz que te dice que hay algo que no funciona y que no vas a hacer nada por cambiarlo.
Así que la próxima vez que veas a alguien que se sale del camino, que rema a contracorriente, que piensa antes de hablar, que no necesita sonreír si no le apetece o que tiene unos gustos diferentes, mi consejo es el siguiente: cállate la puta boca y respeta. Él o ella no tiene la culpa de que tú no seas capaz de salirte de la aceptación de una mayoría de idiotas por miedo a encontrarte con quién eres en realidad. O puedes hacer lo que has estado haciendo hasta ahora: puedes seguir riendo las gracias de todos los que te rodean, puedes seguir siendo el payaso que necesita un chiste cada diez minutos porque no es capaz de hablar de nada más, puedes intentar aparentar ser la persona más feliz y exitosa del mundo mientras lloras cada noche antes de dormir o puedes negar que antes de morir te vas a arrepentir de nunca haber sido tú mismo y de haber vivido una vida dedicada a la aceptación de los demás. Y cuando vuelvas a señalar al rarito por hacer exactamente lo mismo que tú no te atreves a hacer piensa lo siguiente: tener conciencia propia en un mundo en guerra contra la razón, es una de las cosas más valientes que nadie puede hacer hoy en día.
Yo sigo buscando a esa persona rara de la que hablo. Ojalá aparezca para que pueda señalarla hasta que consiga pensar exactamente como yo, porque seguramente mi pensamiento alternativo es el acertado. Si te piensas que estaba en contra de los dogmas, te has equivocado. Y eso te pasa paradójicamente por pensar que hay alguien que no los tiene. Mi dogma es ir en contra de los dogmas, a cualquier precio.
Totalmente de acuerdo. Si fueramos solamente nosotros, y nada más que nosotros, quizás el mundo sería diferente y los humanos seríamos más humanos.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias por leerme. Pásate por aquí cuando quieras.
Me gustaMe gusta
Esa sensación de ver cómo la corriente arrastra a todos y la necesidad de seguirla tu también. Ese miedo a que te señalen o peor aún, que no lo hagan. Creo que en algún momento esto cambiará cuando se repare en lo absurdo de perderse lo que es uno mismo. Me gusto. Nos vemos!
Me gustaLe gusta a 1 persona
¡Gracias por pasarte! Te espero a la siguiente.
Me gustaMe gusta