El presentador introdujo al orador, quien apareció entre los grandes cortinajes junto con una gran avalancha de aplausos. Una vez estuvo solo en el estrado, carraspeó e introdujo las hojas del discurso en el atril. Presionó las patillas de sus gafas y miró al público y a las cámaras de televisión de la cadena local.Sigue leyendo «El silencio de los héroes olvidados»